Buscad sustento y exaltación en nuestro mundo día a día, un mundo que va a ser transformado de forma continua y espléndida por la ciencia victoriosa Marinetti.
Tate Modern celebra el centenario de este movimiento de arte dramático con una pionera exposición.
El Futurismo fue lanzado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 con la publicación del Manifiesto del Futurismo, en la primera página del diario Le Figaro de París. Basándose en los elementos de divisionismo y el cubismo, los futuristas crearon un nuevo estilo que rompió con las viejas tradiciones y expresó el dinamismo, la energía y el movimiento de sus modernas vidas.
Esta exposición muestra el trabajo tanto de los principales futuristas como Giacomo Balla, Umberto Boccioni y Gino Severini y explora la reacción del arte ante el movimiento Futurista.
Destacan la dinámica de bronce Boccioni, Formas Únicas de Continuidad en el Espacio 1913. De Picasso Cabeza de mujer (Fernande) 1909, así como importantes obras de artistas como Braque, Malevich y Duchamp.
El Manifiesto Futurista fue el texto que configuró las bases del movimiento futurista escrito por el poeta Italiano Filippo Tommaso Marinetti acabando 1908 y publicado en Le Figaro en Francia, 1909.
1. Nosotros queremos cantar el amor al Peligro el hábito, de la energía y de la temeridad
2. El valor, la audacia, la rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. Hasta hoy, la literatura exaltó la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad..
Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo..., un automóvil rugiente parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Nosotros queremos cantar al hombre que sujeta el volante, cuya asta ideal atraviesa la Tierra, ella también’ lanzada a la carrera en el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se prodigue con ardor, con lujo y con magnificencia para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.
7 Ya no hay belleza si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra de arte. La poesía debe concebirse como un violento asalto contra otra las fuerzas desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.
8. ¡Nos hallamos sobre el último promontorio de los siglos!... ¿Por qué deberíamos mirar a nuestras espaldas, si queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo Imposible? El Tiempo y el Espacio murieron Ayer. Nosotros ya vivimos en lo absoluto, pues hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9. Nosotros queremos glorificar la guerra —única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor dé los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el desprecio por la mujer.
10. Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el placer o la revuelta; cantaremos las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; las estaciones glotonas, devoradoras de serpientes humeantes; las fábricas colgadas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; los puentes semejantes a gimnastas gigantes que saltan los ríos, relampagueantes al sol con un brillo de cuchillos; los vaporesaventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero embridados con tubos, y el vuelo deslizante del aeroplanos, cuya hélice ondea al viento corno una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre entusiasta"
Lanzamos en Italia este manifiesto de
heroica violencia y de
incendiarios incentivos, porque queremos librarla
de su gangrena de
profesores, arqueólogos y cicerones.
Italia ha sido durante mucho tiempo el mercado de
los chalanes. Queremos
librarla de los innumerables museos que la cubren
de innumerables
cementerios.
¡Museos, cementerios! ¡Tan idénticos en su
siniestro acodamiento de cuerpos
que no se distinguen! Dormitorios públicos donde
se duerme siempre junto a
seres odiados o desconocidos. Ferocidad recíproca
de pintores y escultores
matándose a golpes de línea y de color en el
mismo museo.
¡Que se les haga una visita cada año
como quien va a visitar a sus
muertos llegaremos a justificarlo!... ¡Que se
depositen flores una vez por
año a los pies de la Gioconda también lo
concebimos!... ¡Pero ir a pasear
cotidianamente a los museos, nuestras tristezas,
nuestras frágiles
decepciones, nuestra cólera o nuestra inquietud,
no lo admitimos!
¿Queréis emponzoñaros? ¿Queréis
pudriros? ¿Qué podéis encontrar en
un anciano cuadro si no es la contorsión penosa
del artista esforzándose por
romper las barreras infranqueables de su deseo de
expresar enteramente su
sueño?
Admirar una vieja obra de arte es verter nuestra
sensibilidad en una urna
funeraria en lugar de emplearla más allá en un
derrotero inaudito, en
violentas empresas de creación y acción. ¿Queréis
malvender así vuestras
mejores fuerzas en una admiración inútil del
pasado de la que saldréis
aciagamente consumidos, achicados y pateados?
En verdad que la frecuentación cotidiana de los
museos, de las bibliotecas y
de las academias (¡esos cementerios de esfuerzos
perdidos, esos calvarios de
sueños crucificados, esos registros de
impetuosidades rotas...!) es para los
artistas lo que la tutela prolongada de los
parientes para los jóvenes de
inteligencia, enfevrecidos de talento y de
voluntad.
Sin embargo, para los moribundos, para
los inválidos y para los
prisioneros, puede ser bálsamo de sus heridas el
admirable pasado, ya que el
porvenir les está prohibido. ¡Pero nosotros no,
no le queremos, nosotros los
jóvenes, los fuertes y los vivientes futuristas!
¡Con nosotros vienen los buenos
incendiarios con los dedos
carbonizados! ¡Heles aquí! ¡Heles aquí! ¡Prended
fuego en las estanterías de
las bibliotecas! ¡Desarraigad el curso de los
canales para inundar los
sótanos de los museos! ¡Oh! ¡Que naden a la
deriva los cuadros gloriosos!
¡Sean nuestros los azadones y los martillos!
¡Minemos los cimientos de las
ciudades venerables!...
Los más viejos entre nosotros no tienen
todavía treinta años; por
eso nos resta todavía toda una década para
cumplir nuestro programa. ¡Cuando
tengamos cuarenta años que otros más jóvenes y
más videntes nos arrojen al
desván como manuscritos inútiles!...Vendrán
contra nosotros de muy lejos, de
todas partes, saltando sobre la ligera cadencia
de sus primeros poemas,
agarrando el aire con sus dedos ganchudos, y
respirando a las puertas de las
Academias el buen olor de nuestros espíritus
podridos, ya destinados a las
sórdidas catacumbas de las bibliotecas!...
Pero no, nosotros no iremos nunca allá.
Los nuevos adelantos nos
encontrarán al fin, una noche de invierno, en
plena campiña, bajo un
doliente tinglado combatido por la lluvia,
acurrucados cerca de nuestros
aeroplanos trepidantes, en acción de calentarnos
las manos en la fogata
miserable que nutrirán nuestros libros de hoy
ardiendo alegremente bajo el
vuelo luminoso de sus imágenes.
Se amotinarán alrededor de nosotros,
desbordando despecho,
exasperados por nuestro coraje infatigable, y se
lanzarán a matarnos con
tanto más denuedo y odio, cuanto mayores sean la
admiración y el amor que
nos tengan en sus entrañas. Y la fuerte y sana
injusticia estallará
rabiosamente en sus ojos. Y estará bien. Porque
el arte no puede ser más que
violencia, injusticia y crueldad.
Los más viejos de entre nosotros no
tenemos aún treinta años, y
por lo tanto hemos despilfarrado ya grandes
tesoros de amor, de fuerza, de
coraje y de dura voluntad, con precipitación, con
delirio, sin cuenta, sin
perder el aliento, a manos llenas.
¡Miradnos! ¡No estamos sofocados! ¡Nuestro
corazón no siente la más ligera
fatiga! ¡Está nutrido de fuego, de valor y de
velocidad! ¿Esto os asombra?
¡Es que vosotros no os acordáis de haber vencido
nunca!
En pie sobre la cima del mundo
arrojamos nuestro reto a las
estrellas!
¿Vuestras objeciones? ¡Basta! ¡Basta!
¡Las conocemos! ¡Son las
consabidas! ¡Pero estamos bien cerciorados de lo
que nuestra bella y falsa
inteligencia nos afirma!
–Nosotros no somos–decís–más que el
resumen y la prolongación de
nuestros antepasados.
¡Puede ser! ¡Sea! ¿Y qué importa? ¡Es
que nosotros no queremos
escuchar! ¡Guardaros de repetir vuestras infames
palabras! ¡Levantad, más
bien, la cabeza!¡En pie sobre la cima del mundo
lanzamos una vez más el reto
a las estrellas!
F.T. Marinetti,"Le Futurisme", Le Figaro, 20 de
febrero de 1909.
100 años de Futurismo.
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- en 18:55 on miércoles, 10 de junio de 2009
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